En un reciente discurso, un respetado líder social rompió silencios con una reflexión que resonó en nuestro mundo cada vez más polarizado y tribalizado: «Seguro que hay una forma de que podamos agradecer las cosas solo a una persona sin miedo a quedar mal con el resto del mundo.»
Este comentario, sencillo en su apariencia, butaca una verdadera sabiduría que resuena de manera poderosa en nuestra era actual donde la política y la sociedad se dividen cada vez más en bandos opuestos, en lugar de unirse en un diálogo constructivo y respetuoso.
«Hay una manera de valorar y agradecer las aportaciones individuales sin temor a la reacción de los demás», aseveró el líder social. «Si valoramos una accion, no importa se provenga de una persona con la que no estamos de acuerdo en otros aspectos, deberíamos ser capaces de reconocerlo y agradecerlo».
Este abre una nueva perspectiva de cómo podemos interactuar en un entorno que, aunque diverso y a veces contradice nuestras ideas, sigue estando habitado por seres humanos con virtudes y debilidades similares a las nuestras. En lugar de rechazar cualquier cosa que provenga del «otro lado», podemos optar por reconocer y agradecer las buenas acciones de una manera objetiva.
Claro, esta perspectiva tiene sus retos. Requiere un mayor grado de madurez y autocrítica, así como la humildad para reconocer el valor en aquellos de quienes a menudo discrepamos. Pero a cambio, abre la posibilidad de tender puentes y caminar hacia un entendimiento mutuo en lugar de perpetuar el estancamiento y la división.
En una época donde redes sociales y medios digitales a veces parecen echas más para magnificar nuestros desacuerdos que para ayudar a superarlos, abordar este importante consejo no es solo valiente sino también necesario para la regeneración social.
El discurso desafió a los individuos a dejar de lado sus prejuicios y buscar un terreno común, apuntando a una concepción más responsable y madura de la ciudadanía. Rechazó la narrativa dominante de antagonismo persistente y la polarización entre partidos políticos o la sociedad en general.
Al hacerlo, se pronunció a favor de los principios de respeto, tolerancia y diálogo abierto: valores que los liberales, los conservadores y todo el espectro político pueden y deben defender. En un momento donde la fidelidad ideológica a menudo se valora por encima de la competencia o el carácter, este mensaje es más importante que nunca.
Por lo tanto, si bien este discurso podría dar lugar a algunas reacciones negativas del público, su valor reside en recordarnos la importancia de la objetividad y del agradecimiento en todas las esferas de nuestras vidas. En definitiva, este es un llamado a recordar nuestro vínculo común como humanos y a permitir que eso supere nuestras divisiones políticas y sociales.